Confieso que es un relato al que le tengo mucho cariño personalmente. He recibido múltiples interpretaciones de todos vosotros al enfrentaros a estas palabras, lo cual resulta asombroso y enriquecedor.
Vamos a leerlo:
-TIEMPO DE ESPERANZA-
La luz en calma del otoño inundaba su silla huérfana de
calor y un pequeño escritorio, donde sus
recuerdos a modo de barcos partían cada amanecer a buscarla. A veces le
alcanzaban ráfagas, que sacudían algunas nostalgias entre sorbos de realidad.
El resto del tiempo sus ilusiones se desdibujaban, una niebla espesa rodeaba
sus recuerdos y además había perdido su equipaje por el camino de los
sueños. El tiempo había seguido avanzando
y frenando sus palabras, esas pocas que le salvaban del miedo a ser olvidada.
Aquel era un atardecer que no quería perderse en la luna.
Fue sólo un momento. En la lejanía de su mirada, hubo un destello. Estaba algo
confundida, sin saber realmente si en
sus sueños aquel aire aún la mecía. Reacia a conceder espacio a este lado de la
realidad que la mantenía dividida. Y así fue como su sonrisa despertó entre
nubes, en un cielo tocado por azules y estrellas. Juegos de color brillaban en
sus pupilas, pintando esos días grises que hablaban de su ausencia. Recordó el
perfume del amor. Recordó la lluvia. El
viento anhelaba sus desvaríos, alejándola de ese abismo de ausencias. Despertó
sus pasos, y huyó de ese velo que todo lo cubría. Estaba en el presente, en el
otoño de su vida.
Fueron los últimos
acordes que acompañaron su melodía, con el tacto inconfundible del mundo en sus
manos, con su mar de ilusiones de nuevo navegando. El último vals que la hizo
libre, justo antes de perder el equilibrio en la orilla del silencio.
Desfilaron todas sus miradas vestidas de recuerdos, caminando sobre las líneas
del aroma de un café entre sus labios. El tiempo la arrulló, trayendo la calma
a su alma contenida en el infinito. Una ráfaga cálida sustituyó el escalofrío
encogido en su pecho. Unos dedos la acariciaban entre sonrisas, unos ojos que
despertaban en su alma una antigua
melodía. Allí, en ese pedazo de
universo, la oscuridad dio tregua a la luz por unos instantes. El sol
desafiante, alargó sus manos, acertando a tocar esa vida. Quemando los pequeños
despistes, desenterrando sus alegrías, alejando el llanto silencioso con su luz
celeste en la lejanía.
Después se apagó, se nubló, llovió y la niebla se lo
llevó todo. Hoy desdobla el papel de sus recuerdos, lo dobla, lo vuelve a desdoblar
recorriendo las líneas con sus dedos,
una y otra vez. Toda la esperanza del mundo cabe en su papel doblado. Lleva en
el jardín demasiadas horas. Atrapados
entre cuerdas invisibles, su ayer, su hoy y su mañana. Ha llovido. El rosa de la flores, el gris del cielo, el
rojo atardecer, son su arco iris en la tormenta. Y entre el carmín de su
silenciosa sonrisa se pierde mi ternura. Sé que aún busca reencontrarse con su
caprichosa memoria. Sé que imagina estar en esa última tarde de otoño y se
sienta dichosa a ver pasar el viento persiguiendo el sol en el horizonte. Sé
que recuerda aquella tarde hermosa. No sospecha siquiera que el sol no se está
poniendo, sino que la luna ya baila en el cielo. Aunque ella no sabe quién soy,
yo sigo sabiendo quién es ella. Este
día, no es el día, pero mañana puede que lo sea.
¿Y tú que sientes e imaginas tras la lectura? Un fuerte abrazo lectores.